Forma parte de las llamadas artes decorativas menores, que ocupan un lugar secundario dentro de la Historia del Arte. Sin embargo su origen se remonta a la antigüedad y se relaciona con las artes de pesca. Efectivamente desde tiempos remotos se han practicado artes textiles, que han sido precursoras de algunos tipos de encajes, por ejemplo los anudados, como lo demuestran testimonios arqueológicos y artísticos. (Foto izquierda: Pañuelo de arras)
También es cierto que no siempre se aceptan estos anudados primitivos como encajes (vocablo que se utilizó entonces para denominar aquellas labores encajadas entre telas), considerando como tales los que se desarrollan a partir del S. XVI. Ambas teorías tienen su parte de razón. El siglo XVI se considera el siglo de esplendor dentro de la historia de los encajes, pero también es cierto que no parece muy lógico que el encaje pudiera surgir con tanta perfección en esos siglos sin que hubiera unos antecedentes y una evolución.
El encaje en general consiste en ir entretejiendo una serie de hilos para crear un fondo y unos nutridos, según el instrumento utilizado se denominará de aguja o de bolillos. La malla se considera desde el punto de vista técnico dentro del grupo de encaje a la aguja. Para su ejecución se precisa una aguja tipo lanzadera, un mallero, y el nudo es el procedimiento clásico.
La malla, se compone de dos técnicas diferenciadas. En primer lugar se realiza la malla propiamente dicha con la aguja lanzadera. Basada en un nudo, forma una retícula cuadrada que servirá de fondo para realizar posteriormente un bordado con aguja. El resultado de ambas técnicas es la denominada “malla bordada”, que en su versión más culta asemeja al tul bordado. Esta técnica tuvo su desarrollo a partir del S. XV y XVI y fue realizada no solo en España sino también en Italia, Francia y Alemania. Schuete (1963), considera que en España ya se hacía a primeros del S. XIV como un trabajo doméstico.
Detalle de colcha
Aunque forma parte de las labores populares, las piezas más antiguas podrían considerarse labores cultas por su malla pequeña y su nudo muy fino, bordados con punto de zurcido cruzado o doble, en su evolución se incorpora el zurcido sencillo y el punto de espíritu. La decoración está formada por un amplio repertorio de motivos figurativos, bien de carácter religioso o profano, mezclado con temas alegóricos o mitológicos.
Coincidiendo con la invención de la imprenta, se produjo una expansión de modelos y técnicas y en países como Alemania, Italia y Francia tuvieron sus propios editores. No así en España, ya que las mujeres preferían copiar los dibujos de las muestras o “dechados” antes que de los libros: Federico Vinciolo -1587-, Guivani Antononio Vavassore, Rob Bateo Pagan, Isabel Catanea Parasole, Lucrecia Romana, fueron algunos de ellos.
Las labores de malla fueron muy apreciadas hasta el S. XVIII, dedicadas a adornos de ornamentos blancos para altar, textiles domésticos: doseleras, antecamas, colchas, etc. Fue menos frecuente su uso para indumentaria.
A partir de la segunda mitad del S. XVII comenzó a declinar, dando paso a otros encajes de aguja y bolillos realizados con hilos muy finos de seda y lino que eran más del gusto de las modas del momento, pero la malla nunca dejó de elaborarse.
Colgadura
Durante el S. XIX, la malla se recupera, pero ahora ésta pierde finura y su carácter culto, para convertirse en más popular. A esto colabora la sustitución del lino por el algodón, la retícula de malla se hace de mayor tamaño y la decoración figurativa evoluciona hacia motivos geométricos y florales. Al bordado se le incorporan nuevos puntos entre ellos el guipur y/o los motivos reseguidos con una hebra más gruesa.
En España destacan 4 zonas para la elaboración de la malla, la mayoría en zonas costeras excepto una que se desarrolla en el interior. Xátiva se caracteriza por realizar una malla de gran finura. En Cataluña la malla resulta más gruesa y suele ir combinada con encajes de la zona. En la Sierra de Huelva la malla se ha realizado siempre combinada con otra labor peculiar: el cortadillo.
En Luanco, Asturias, la tradición se remonta a la época en que llegaron a esta zona costera los pescadores de ballenas. Su elaboración se mantuvo en auge hasta 1960, momento en el que declinó al igual que ocurrió con otras técnicas encajeras, y no se recuperó de nuevo hasta 1980. En su reaparición muestra una nueva evolución, ahora se distingue por el empleo de hebra blanca y gris y a veces también de hebras polícromas.
Se conservan magníficas piezas realizadas en nuestro país, en distintos museos nacionales y extranjeros: La colección Pascó en el Museo de Lyon (Francia), The Collection of the Hispanic Society of America (New York). Instituto de Valencia de D. juan (Madrid) o el Museo de Artes y Costumbres Populares en Sevilla.
Bibliografía: LA MALLA –Luanco 2009- Ignacio Pando García-Pumarino (ISBN 978-84-613-6040- 6)
Asociación “Amas de casa de Luanco”
Derechos de autor: Carolina de la Guardia -2011-
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